¿Violencia de género o crimen serial?

 

Muere una mujer embarazada en el contexto de una noche de hotel. ¿Se trata de otro caso de violencia de género o acaso estamos en presencia de un homicidio serial?

En las primeras coberturas periodísticas del caso, la noticia era comunicada haciendo foco en el estado avanzado del embarazo de la víctima y en el hecho aberrante de las circunstancias de abandono en la que la mujer habría sido dejada en la habitación del albergue.

Con el avance de las investigaciones comenzaron a sumarse algunos elementos que permitieron cambiar el foco. Un dato sobre el presunto homicida encendió las alarmas. ¿Y si se tratara de un homicidio vinculado de algún modo a otros dos homicidios previos de mujeres en circunstancias relativas a algún encuentro sexual?

La información periodística sobre el hecho criminal refiere los datos de la autopsia. Estos revelan las causas de la muerte; un shockhipovolémico por trauma en la zona del perine -descripción técnica que se completa con una descripción no menos técnica pero algo más comprensible: se trató de una hemorragia provocada por la introducción de forma violenta de un objeto en la zona genital que habría destruido el aparato digestivo.

No es necesario destacar que el avance despiadado del homicida sobre el cuerpo de esta mujer conduce al análisis más desprevenido a pensar en algo más que una satisfacción en el encuentro sexual con el partenaire.

¿Qué es lo que aportan los datos de la investigación más allá del crimen último? La información trascendida pone sobre la pista del presunto homicida. Un hombre de unos treinta y largos años que habría estado involucrado en dos muertes anteriores.

Una de ellas, la muerte de una joven en su taller mecánico –según declaraciones del autor presunto, la habría matado en defensa propia, en situación de robo. El arma utilizada, un destornillador. La familia de la joven declara que la joven no tenía antecedentes por robo y que mantenía con él una relación. La justicia lo habría absuelto por considerar el hecho como legítima defensa.

La otra de las muertes, habría comenzado como una desaparición. Posteriormente, habrían aparecido partes de un cuerpo descuartizado. Según declara el presunto autor, la joven desaparecida, y luego encontrada muerta, habría ido con él a un hotel alojamiento luego de lo cual, él la habría dejado en la parada de colectivo sin saber posteriormente nada más de ella y habiendo sido él el último en verla con vida –tal los hechos según declaración del presunto autor del crimen.

Las jóvenes muertas tenían todas entre veintidós y veintiocho años y eran ellas entre sí, de similar extracción social. El presunto autor,mecánico, transitaba un proceso de consumo problemático de sustancias de larga data. Con algunas de las víctimas habría compartido esta última característica.

¿Y si entonces el último de los crímenes que habría tenido por objeto a una mujer embarazada no hubiera sido un hecho aislado? ¿Y si hubiera que leer en esas muertes alguna conexión que hiciera pensar en una continuidad textual? ¿Y si el homicidio de una mujer, aun variando sus circunstancias, hubiera adquirido para el presunto autor un estatuto de vital importancia al punto que lo comprometiera subjetivamente, en el ejercicio de su goce? Es decir, ¿y si tras el primer homicidio, hubiera el criminal encontrado alguna satisfacción que hubiera necesitado repetir en escenas subsiguientes? ¿Y si ésta satisfacción se jugara dentro de una escena particular, con un guión particular y estuviéramos aquí en presencia de un encriptado texto a descifrar?

Y si así fuera, ¿valdría la pena dejar de pensar el caso como un hecho de violencia de género o habría más bien que pensar que, en esa serie de homicidios se habría comenzado a hacer presente una violencia singular por parte de este criminal en contra de ciertas mujeres?

Sobre la condición o el rasgo que excitaría en el presunto autor la satisfacción vinculada al homicidio de ellas, habría que realizar un extenso análisis. Lo cierto es que, en ningún caso, la coexistencia de diversas dimensiones de análisis permite eliminar la pregunta por las coordenadas que motivan el ejercicio criminal. Que haya habido violencia contra una mujer no elimina la existencia quizás de un patrón que pueda alinear todos los crímenes en torno de un mismo elemento.

Se piense este crimen como un hecho aislado, o bien se lo inscriba dentro de una serie, en ningún caso es posible dejar de interrogar las razones –y entiéndase el uso del término razones en tanto condición de determinación- que mueven al autor de un crimen a franquear el límite de lo prohibido y avanzar sobre el cuerpo del semejante como si éste no lo fuera.

Quizás, ahí esté la clave: ¿todo ser hablante encuentra en el cuerpo del prójimo a un semejante a quien el precepto le indica no dañar o no eliminar en su existencia de sujeto? La respuesta por la negativa puede adivinarse prontamente.

Pues entonces se torna necesario interrogar las particularidades que puede adquirir el complejo del semejante en determinadas patologías presentes en la realización de ciertos crímenes.

 

 

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