¿QUÉ DETIENE LA CULPA?

Marta Bogado no es sólo un caso que ilustra un filicidio.

M.B. es un testimonio acerca de cómo cuando lo real de la culpa no logra tramitarse por la vía simbólica, el superyó se la cobra por la vía del crimen y aún más…

M.B. mata a sus dos hijos. El delirio filicida atraviesa todo el capítulo. Desde el inicio se ve a M. sospechando la enfermedad de alguno de ellos, creyendo locamente que tienen fiebre o que no respiran, que murieron o que podrían morir. Lo persecutorio es, la muerte de un hijo.

Sin embargo, ¿cuándo se produce el pasaje al acto que concluye finalmente con la vida de los dos niños?

No alcanza con seguir ahí el señuelo de la trama: el abandono de su marido en serie con el abandono paterno. Ahí hay algo más. Ella no los mata simplemente cuando él abandona el hogar en común. Los mata cuando él rechaza su demanda y la reenvía al llanto del hijo –es decir, la reenvía a la posición madre, que no es otra cosa para M. que el lugar de la culpa, la melancolía y la hostilidad.

El rechazo y el suicidio de su madre, constituyen los dos elementos con los que leer las coordenadas de su maternidad imposible y por qué no, de su crimen. En el lugar de la causa, tal vez, lo real de una culpabilidad inasumible.

M.B. fijada a la escena del suicidio materno no puede hacer otra cosa que tramitar el reproche y el castigo por la vía del delirio filicida. A solas con esa impulsión, pasa al acto, realizando el deseo homicida.

Mientras permanece castigada vía encierro, sobrevive. Cuando obtiene la libertad, la voz del superyó llama desde el más allá: M.B. se suicida, realizando el castigo máximo. Ni el crimen alcanza para tramitar la culpa. Hace falta un paso más. El suicidio constituye ese punto final.

 

 

 

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